domingo, 21 de junio de 2009

MIRADOR DE LAS BUITRERAS-EL CHORRO. 24 de Mayo 2009

24 de Mayo de 2009. Desde la Cala del Moral, quince minutos después de la hora prevista, comenzó una nueva aventura de los “Trepacuestas”. El destino, el desfiladero de los Gaitanes. José explicó que haríamos una ruta familiar y todos estuvimos de acuerdo, sin preguntar siquiera. ¿Qué nos depararía el día? La respuesta la tendríamos al final de la jornada y estas líneas pretenden ser una explicación de la misma. A las 11.00 horas ya habíamos llegado al destino elegido. El refrán “a quién madruga, Dios le ayuda”, sirve para explicar la suerte que tuvimos a la hora de aparcar los vehículos. Ningún contratiempo. La primera sorpresa para los no avezados en rutas senderistas la tuvimos en el túnel inicial, al lado mismo de la carretera, que nos conduciría al inicio de la ruta. Después de cinco minutos de bromas y sustos, por la oscuridad, alcanzamos el sendero y sin equivocarnos emprendimos el mismo para llegar al lugar conocido como “las Buitreras”.
Se me olvidaba, once comenzamos esta aventura y once la terminamos sin mayores complicaciones y contratiempos. En el trayecto, familiar como José nos comentó, pero empinado, ocurrieron mil peripecias, cada uno de los participantes tendrá y podrá contar las suyas. A mí, quién os escribe estas líneas, lo único destacable fue que el tobillo, su maltrecho tobillo izquierdo, comenzó a dolerle, señal inequívoca, por supuesto que de dolor, pero también, y en eso es infalible, de agua de lluvia. La lluvia fue escasa, pero sirvió justamente para que mi tobillo acertara una vez más.

Bromas aparte, el trayecto discurrió con tranquilidad, sin ningún problema. La ruta muy sencilla y corta, pero mereció la pena, por las inmejorables vistas que se divisan desde “la buitrera”. El más cansado de todos en la cima, el que les habla, que repuso fuerzas, el único, siendo las 12.30 horas y cuando ya habíamos llegado hacía algún rato. Las fotos de rigor, del paisaje y con los amigos, fueron el colofón previo a la rápida bajada. Llamó la atención a la bajada los enjambres de abejas. Enormes esfuerzos realizamos para que los niños no jugaran con ellas.

En esta ruta no acabó la jornada, ya que al terminar la misma y al inicio de ésta existe un camino que conduce a un pantano, donde existe un edificio de sevillana, que todavía genera electricidad y donde se encuentra el inicio del maltrecho caminito del rey. En sus restos, se adivinan las enormes posibilidades turísticas de dicha ruta. Un arreglo por parte de las Instituciones permitiría disfrutar a todos de dicho enclave y poder realizar, como antaño, dicha ruta. Los más antiguos caminantes del grupo, Pablo, José, Paqui y Celes comentaron que 20 años atrás habían estado en el paraje, y otras como Brígida comentaron haber estado con sus padres. El que les escribe, si estuvo, no se acuerda, por lo que deduzco que no he estado, ni solo, ni acompañado de mis padres.

Como el hambre ya apretaba (para los demás, porque yo había repuesto fuerzas en la cima), buscamos un lugar adecuado, lejos del mundanal ruido y del resto de curiosos del lugar. Encontramos el lugar ideal en la orilla del pantano, pero resultó imposible estar solos, lo que tampoco nos importó. Arreglamos muy dignamente el paraje para proceder al reparador almuerzo. Mesas y sillas realizadas con restos de árboles nos sirvieron de acomodo y servirán igualmente para los que decidan hacer esta ruta y reponer fuerzas en el mismo lugar. El almuerzo discurrió plácidamente y Pablo nos deleitó recitando poesía. Yo en ese momento, hacía ímprobos esfuerzos para no dormirme. La siesta es la siesta y al final, entre poesía y poesía, porque la mayoría ya se enganchó a lo de recitar poesías, conseguimos varios dormirnos. A, se me olvidaba, no hubo café, pero si galletas de chocolate, que fueron cayendo todas.

Por la tarde, decidimos hacer una visita cultural por los alrededores. Comenzamos en las sillas reales, en el pantano Conde del Guadalhorce y después de las fotos de rigor, emprendimos rumbo a los restos de la fortaleza de Bobastro, lugar donde se puso en jaque al poder del reino de Granada. Al parecer, por aquella época, quién tenía un castillo y ganas de guerrear, mandaba mucho. En aquél lugar, existió esa persona, de cuyo nombre no me acuerdo, y que ganó varias batallas, pero que al final perdió la guerra. Sus hazañas se pierden en la memoria colectiva y los restos del castillo son escasos y hay que realizar un gran esfuerzo de imaginación para adivinar el castillo. Los restos escasos pero las vistas maravillosas. En aquél lugar confluyen y se unen en armonía pasado y futuro. El ave con la antigua estación de ferrocarril. Los senderos con la nueva vía del AVE. En definitiva, una amalgama de sensaciones, de pensamientos que culminaron en la venta los Caballos de Alora, donde compramos pan cateto del lugar, y no perdimos la oportunidad de saborearlo, de engullirlo inmediatamente.
Muchas anécdotas habrán quedado en el olvido, de otras me he olvidado (los niños saben a que me refiero), pero lo que si os puedo asegurar es que mereció la pena y en mi retina, y creo que en la de todos, quedó grabada la hermosura del paisaje, la buena charla bajando las cuestas(es un decir) y los recuerdos de un día inolvidable, que seguro se repetirán.

Hasta otras, trepacuestas.


Crónica de Antonio Sanchez