domingo, 9 de diciembre de 2012

Pico VILO. ALFARNATE (06-12-12)



Como viene siendo habitual la salida senderista se decidió a ultimísima hora.

Se consideró que la fiesta pagana del 6 de diciembre era el día propicio para engordar el próximo boletín Trepacuestas y del que Nati me insiste que hay que aumentarlo como sea. La Maroma como opción se descartó por varias razones. José Manuel se cayó del cartel consecuencia de un fuerte resfriado y Maldonado -nuestro hombre del tiempo- dio nubosidad abundante en la zona. La anterior subida al Lucero, con lluvia y niebla, estaba fresca en la memoria y eso hizo reflexionar sobre la inutilidad del esfuerzo y no poder recrearnos en el paisaje.
Siendo víspera constitucional, sobre las once de la noche Rafael, Paqui y un servidor acompañados de un pepito, una baguette vegetal y unas cervezas, cerramos la salida festiva con punto de mira en el pico Vilo en Alfarnate.

A mi compañero de ruta le pareció bien la decisión y para seguir con las buenas costumbres le propuse romper el ayuno al día siguiente y a temprana hora con la habitual dieta Trepacuestas en el ya clásico Rincón de Maria.

Satisfechos por el encuentro dietético, llegábamos sobre las 9,20 h. al colegio de Ntra. Sra. de Monsalud, en lo que también se conoce como los Pirineos de la Axarquía. Con rapidez este cronista y Rafael nos pusimos pies a la obra en una tranquila mañana de otoño.

Con Rafael y su charla -sin duda es un buen conversador- junto a su gran capacidad para saber oír, ambos y en una primera parte nos confesamos durante todo el trayecto de subida, cambiando puntos de vistas sobre aspectos espirituales, morales y materiales de nuestra existencia. Atrás dejamos antenas, ovejas, el Tajo Gómer y pronto enfilamos vereda para dejar unas eras abandonadas a nuestra izquierda y saltar un vallado y hollar con nubes el pico Vilo.

La vista allí arriba a 1456 ms.n.m. fue precaria. Pienso que tuvo que ser el propio San Cristóbal al que previamente nos habíamos encomendamos en carretera el que se acordó de este par de caminantes, ya que por unos instantes la niebla se disipó lo suficiente para darnos una idea sobre donde nos encontrábamos.

Viniendo de un mundo eminentemente urbanita, el hecho de romper y penetrar en la vida rural, cambiar el ritmo, simplemente meter otra velocidad o disfrutar sencillamente de lo natural, fue suficiente recompensa para saborear aquella mañana de reflexión.  

Ya en bajada retomamos lo que denominaré segundo tiempo de la confesión, que sirvió para dejar entre ambos un planteamiento y visión íntima personal diferenciada de la fe y otras cuestiones. Consecuencia de la interesante charla y sin darnos cuenta retornamos al punto de salida sin siquiera decir santiamén.

Que Rafael es persona de recursos es una realidad. Pronto buscó y localizó en Alfarnate a su amigo y compañero de profesión Antonio Jesús Jiménez, persona igualmente interesante y comprometida que nos hizo todos los honores en la parroquia de Sta. Ana.

A modo de peregrinos y escoltados por Paquita y Amelia -dos mujeres en las que el tiempo no pasa por ellas por la vitalidad que demuestran- nuestro anfitrión nos enseñó templo y nacimiento.
Para terminar y ahora que caigo cuando nos íbamos servidor primero y Rafael después pasamos por el altar, luego por la sacristía y cuando Antonio Jesús el párroco titular nos preguntó, los dos dimos el “si quiero” a un vino del terreno con tapa incluida en el café bar Belén del pueblo.

Al calorcillo del alcohol y una estufa de butano, el local cumplió nuestras expectativas ya que con fotografía incluida del extinto CD Málaga (temporada 1983-84) y espejo con publicidad de una destilería de Rute, los tres fuimos convidaos a cargo de un anónimo lugareño que con altura y dirigiéndose al tabernero dijo“lo de esos hombres lo pago yo”.

Al olor de la tapa Antonio Jesús nos habló sobre las diferencias entre “Palancos” (Alfarnateños) y “Tejones” (Alfarnatejanos) distantes escasos 3,7 kms. También hubo lugar para el resoli, así como por otros aspectos igualmente sorprendentes de lo que hoy por hoy es el pueblo más alto de la provincia (886 m.s.n.m.), lo que junto a las servidumbres que conlleva su clima y el sorprendentemente alto número de infartos en la zona consecuencia del frío, hizo que Rafael y yo apurásemos el catavino.
Para combatir esa extraña sensación vivida -frío/calor- y una vez dadas las gracias por las atenciones recibidas, a modo de peregrinación acudimos a calle ermita 13 en busca de los tradicionales roscos carreños del lugar y de la que tan buena fama les persiguen por toda la comarca.

Esperando buen tiempo, seguimos pensando en la próxima subida a la Maroma.



 Crónica de Pablo Portillo.