Sin un mal churro con café que
llevarnos a la boca, los que aun quedamos del grupo de senderismo, los que
podemos denominarnos como los cabales (Nati, Salvador, Celes, José Manuel y
servidor) desde la parada del bus de La Cala con unos agradables 15º C partíamos
el domingo a las 9,00 h en busca del inicio de ruta.
Qué los Trepacuestas están
cambiando de hábitos y costumbres es algo incontestable y que se puede
comprender fácilmente si nos atenemos a la edad de los que insisten en mantener
desafiante el banderín con su erguido y larguirucho caminante. Para botón y ejemplo esta
crónica.
Copilotados por Celes pero sin
llegar al extremo de Luis Moya, pusimos rumbo a Vélez no sin antes repostar en
la gasolinera del cruce de Cajiz, cuando en el surtidor y en paralelo con unos
sonrientes y jóvenes noctámbulos marchosos que de recogida y con gafas de sol incluidas
ocultaban su cansancio y bajo ese lenguaje mudo de las miradas nos retamos y desafiamos
tras los cristales de cada vehículo con palabras como ¡¡juerguistas!!,
cuando leyendo los labios de nuestros vecinos de coche entendimos sin problemas
su respuesta: ¡¡abueletes!!
Sin tiempo que perder y tras la
resaca del temporal nacional de frío y nieve, constatada la importante ingesta
de las pasadas fiestas navideñas preocupados subíamos por la carretera pensando
si éramos capaces de atravesar el boquete de Zafarraya. Contentos pudimos
comprobar sin problemas como pasábamos de provincia y llegar a tierras
granadinas a las 9,45 h con unos acongojantes 6º C.
Dada las rachas de acerado viento
norte, el hoy cronista y también fotógrafo tuvo sus problemillas para centrar
el ojo por el visor de la óptica de su Pentax Optio P80. En las instantáneas
obtenidas y que ilustran la crónica se puede evidenciar lo ahora expuesto.
Como indicaba al principio y
contrariamente a lo que hemos estado defendiendo estos años atrás y para más
inri en plena cuesta de enero, decidíamos realizar la ruta en bajada por la
antigua vía del tren. En definitiva todo lo contario a lo predicado durante
años en nuestro ideario senderista Trepacuestas.
Con el andar pausado comenzamos a
descender y la cordillera nos sirvió de abrigo natural. La temperatura subió y
por la retina pudimos comenzar a reconocer la excelencia del monte, el verde
del campo, lo bien cultivado y atendido que estaban los olivos de la Axarquía,
el pantano de la Viñuela, la nieve de la Maroma y docenas de cosas que nos
llamaban la atención.
Una guiri rubia en mitad del
campo y fuera de contexto rural se nos atravesó con dos perrillos falderos
sujetados con cadena y que nos llamó poderosamente la atención en nuestra ruta
dominguera.
Como cada uno iba metido en sus
cosas bien pensando a solas o bien charlando en voz baja sobre comparecencias
testificales judiciales, preparación de nuevas rutas, familia y recuerdos, tras
dos horas de caminata con interés buscamos el nacimiento del río Guaro, pero
nuestro gozo en un pozo cuando con sonriente fotografía impuesta sin agua su
nacimiento encontramos. Unos lugareños comentaron que prácticamente no había
llovido en los días pasados.
Como los Trepacuestas hemos
cambiado, a las 12,00 h, y con espléndidas vistas al sur a temprana
hora aterrizamos
en el Caserón de Guaro, única Venta de la aldea del mismo nombre. Allí pedimos
vino del terreno, cerveza y tapas. Aquí cualquier seguidor de los Trepacuestas
comprenderá perfectamente las razones apuntadas al inicio de este relato sobre el
verdadero deterioro ya apuntado.
Crónica de Pablo Portillo