miércoles, 17 de marzo de 2010

Alora - Valle de Abdalajis. 14 de Marzo de 2010


La ruta empezó una semana antes de la salida. Sí, fue complicado conformar el grupo, alguna que otra explicación, verdad Pablo Portillo, y finalmente 42 amantes de la naturaleza, más el chofer del autobús, tres guías y Manolo, gracias Manolo, emprendimos rumbo al Valle de Abdalajis o eso creíamos, porque al final la ruta empezó donde debía terminar, El Chorro (Alora), a pesar de las discrepancias iniciales, rebelión a bordo del autobús y las oportunas explicaciones.

Víctor, el guía, se esforzó en convencernos que era igual empezar por un sitio, que por otro y que lo importante era el camino. Caminante, se hace camino al andar y andar andamos 13 KM. Unos dirán que no fue para tanto, otros que era una ruta sencillita, que de media-alta de dificultad, nada de nada, pero para mí, al ser la primera de la temporada, dura y el dolor de mis piernas al día siguiente, cuando escribo estos recuerdos, es la prueba de ello.

La característica principal de la ruta realizada es la historia. Además de los pechos, bajadas y dureza del camino, quiero destacar la travesía histórica. Desde el desfiladero de los gaitanes, pasando por la Edad del Bronce y los fósiles, que nos encontramos por el camino, hasta alcanzar el “Torcal de Alora”. Todo fue hermosura, recuerdos de un pasado, que curten y modelan la historia de la tierra y de los hombres, en un hermanamiento perfecto. Nuestro mayor tesoro es la tierra que heredamos y que debemos mantener para las generaciones futuras y por qué no, fomentar el disfrute y conocimiento de la naturaleza. Por eso, me pareció una excelente idea, la expuesta por Pablo Portillo en la primera parada del camino: La CREACION DE UN CLUB SENDERISTA EN RINCON DE LA VICTORIA, donde se aúne deporte y naturaleza, amistad y compañerismo. Mi apoyo personal y también institucional para que esta idea se haga realidad. Pero para que las ideas lleguen a ser una realidad, es necesario el compromiso de unos cuantos y aprovecho estas líneas para animaros en la consecución del objetivo.

La historia se paseó con nosotros en cada una de nuestras zancadas, por el camino que recorrimos hasta las cercanías del Pico Uma. El asentamiento de Bobastro, con la historia del héroe local OMAR BEN ASUR. La historia de la electricidad y el muladar (enterramientos de mulos, donde acuden los buitres a comerse la carroña), la necrópolis de la Edad del Bronce, hicieron la ruta con nosotros y ya en tiempos recientes, vimos los estragos de las lluvias, que nos han acompañado durante el invierno y que hizo acto de presencia, aunque fuese con unas gotas, durante la ruta, reclamando su espacio, que tenía, con el campo empapado de agua. Laderas enteras movidas, engullidas por la abundancia desconocida del agua. Cataratas naturales de agua. Agua, naturaleza viva. Plantas autóctonas y dos lugareños, cabreros con su rebaño. Comunión perfecta entre el hombre y la naturaleza.

El Torcal de Alora y los Trilobites. Naturaleza e Historia y llegamos a la última parada del camino. El Cortijo Charcón nos acogió desde su atalaya particular, vestigio de un pasado reciente, para engullir los últimos rescoldos del desayuno. El valle de Abdalajis nos esperaba con los brazos abiertos. Una hora de pronunciada bajada por un tortuoso camino lleno de piedras nos llevó hasta el bar el Pino, dónde, como ya es tradición, nos esperaba la cervecita fresquita. Delante de la barra del bar consumimos cerveza de forma desenfrenada, contándonos la aventura vivida y haciendo promesa de volver y de conocer otras veredas y caminos.

Este hubiese sido el final de la crónica, pero la sorpresa vino por la indisposición de Joaquín, avezado caminante, que no falta a ninguna de las rutas que programamos a lo largo del año, y al que tuvimos que trasladar al Centro de Salud de Pizarra. Ya está recuperado y le esperamos para las próximas rutas.

Por último, saludar a los nuevos senderistas que nos acompañaron en esta aventura y animarlos a que nos sigan acompañando en las próximas rutas.

Hasta pronto, senderistas de Rincón de la Victoria.
Crónica de Antonio Sánchez