Preocupados por la deriva que últimamente
había tomando el senderismo en los Trepacuestas,
Salvador y un servidor intentamos salvar la imagen corporativa del grupo realizando
una salida al Chorro y de camino ascender por la conocida Escalera Árabe.
A última hora y como casi siempre, todo
se decidió comiendo en derredor a una pizza. Esta vez fue Fredes quien nos
acogió coincidiendo con la primera parte del Málaga Real Sociedad. Lo que si
quedó claro de aquel match o reunión dietética es que el Servicio Público -SP- Salvador y Pablo se confabularon
para dejar bien alto el pabellón.
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El día fue bueno si lo comparamos
con la última jornada senderista al Lucero y de la que todos esperamos lo mejor
de Pepe Pascual. La lluvia fue condescendiente, con algún sustillo o amenaza de
chaparrón a la vista y de la que no fue necesario impermeabilizarse.
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La ruta nos deparó la sorpresa de
poder localizar a sendos grupos de escaladores que se prestaban a ascender por la
impresionante mole vertical que discurre junto a la Escalera, auténtica Meca
de los trepadores locales y extranjeros. Descolocados quedamos no de la belleza
del lugar, que lo merece, sino que las cordadas vistas no estaban formadas exactamente
por gente del terreno. Los primeros encaramados a una soga por lo menos eran del
Pirineo para arriba y los segundos eran dos muchachas finlandesas que precisamente
no se dejaron atrapar por éstos dos medio árabes metidos a aficionados al
alpinismo. Con finura nos dirigimos a las finesas y le dimos un poco al pico para
minutos después y con el recuerdo de quien fue todo un rey moro -Omar Ben Hafsun-,
seguir la empinada trocha.
La discrepancia surgió al terminar
de subir la
Escalera. Salvador dijo que fueron 175 peldaños y un servidor
le hizo ver que eran 171. Ninguno se atrevió a desandar lo pateado y volver a
contarlos. Eso si, absortos quedamos oteado el horizonte que majestuoso quedaba
a nuestros pies.
El resto de la jornada circular fue
en subida y atravesando un sembrado embarrado, para minutos después tomar
carril en bajada y tras animada charla repostar con un ligaillo de los que me regala de vez en cuando mi amigo Salvador (auténtico néctar de dioses), llegar a la Estación para con un
plato de migas y cerveza terminar la ruta.
Crónica de Pablo
Portillo