martes, 17 de noviembre de 2015

Subida a Jabalcuza. 15 de noviembre de 2015.



Preocupados por nuestro índice de masa corporal (en adelante IMC) y admitiendo que  teníamos menos fondo que una lata de anchoas, de paso nos propusimos activar y quitar algunas telarañas del blog Trepacuestas mediante una salida senderista y de esta manera auto justificarnos de cara a la próxima reunión gastronómica de fin
de temporada en restaurante Reyes.

En razón de ello el sábado noche en La Havana (bar caleño donde los haya) el núcleo duro planificó la marcha del día después, no sin antes constatar la desvandá del sector joven y emergente que alegando dudosas razones de estudios, mayor régimen de independencia, junto a otras sorprendentes y curiosas exigencias del todo inasumibles, desentenderse por completo de lo que durante años fue su “obligatoria” ocupación de ocio dominguero con sus progenitores. 

Ante el esperado revés, el mismo día de la partida nos enteramos del temprano percance sufrido por Pasos Largos al acudir al Rincón de María y comprobar en sus propias carnes la ausencia por vacaciones de su churrero vecino. Aquella repentina contrariedad dejó algo contrariado al techo del grupo que optó cambiar churros por tejeringos, circunstancia que fue puesta de manifiesto por el afectado durante varios momentos de la jornada y que todos comprendimos, ofreciendo consuelo y apoyo por tan desgraciado y inesperado suceso.

Tras este percance, también supimos de la ausencia de los Sánchez que al parecer directamente optaron por la terapia dietética propuesta para diciembre próximo en Moclinejo.
Así las cosas y convenientemente uniformados (reconozco que me costó trabajo localizar la indumentaria reglamentaria) nos citamos como de costumbre y sin más problemas.
Junto a la foto oficial donde aparecen los Ruiz, Nieto Rosales y Portillo con sus respectivas, a las 10,50 h atacamos la hasta entonces desconocida ascensión a Jabalcuza.

A las primeras de cambio nos cruzamos con distintos corredores alpinos que en bajada y con más fondo que una subvención otorgada a una Empresa Pública, nos dieron un ejemplo de fortaleza en rodillas y tobillos, no teniendo el grupo más remedio que reconocer que el escalón atravesado del medio siglo es algo que nos distingue y diferencia con aquellos maratonianos.

El camino fue una delicia visual por cuanto que era una oportunidad para olvidarnos por un rato de
nuestro querido y a su vez gastado Paseo Marítimo. Con más interrupciones de las esperadas, la caminata discurrió siempre en fila india que aderezado de pinos, arbustos y plantas de todo tipo, junto a un grupo de cabras monteses y unido también al alto nivel de umbría y verdor del paisaje nos dejó impregnados de una agradable sensación montañera que es lo que al fin y a la postre buscábamos en aquella mañana.

Durante el desarrollo de la jornada pudimos oír el lamento de Salvador que seguía sin comprender su actual IMC, a lo que un servidor, esta vez de corto, y por comparación llegó a pensar que dado su
importante contorno abdominal, tipo don Ramón, hubiera podido atravesar el umbral de la obesidad mórbida.

Las féminas muy en su papel no desentonaron un ápice: “mientras hablasen en voz alta era buena  
señal”. Sin rodeos todos los varones así lo reconocimos.
Es de destacar que Nati estrenó botas y Conchi no tuvo suerte con la búsqueda de espárragos. A la hora del Ángelus, Paqui y Celes perdieron contacto momentáneo con el grupo de cabeza, para finalmente seguir a su ritmo hasta llegar al cruce.

Una vez el grueso de los Trepacuestas se plantaron en la bifurcación y al descubierto de vegetación giramos hacia la cima que fue por Rosales coronado a las 12,45 h, no sin antes advertir al paso de la sima Canuto lo canutas que probablemente debían estar pasándolo Paqui y Celes en su lento peregrinar.
 
Con buen tiempo, algo de brisa y nubes a la distancia oteamos el horizonte, disfrutando de las espléndidas vistas del lugar, canteras cercanas, valle del Guadalhorce, doble pista del aeropuerto, bahía, montañas y como telón de fondo y para cerrar el espectáculo el mar de Alborán.

La bajada fue un constante cruce de senderistas en ascensión, ya fuesen nacionales e internacionales, con algún que otro famoso local como Eduardo Bandera, que en el breve intercambio de palabras cruzado nos dio la sensación de mantener un hablar jadeante y no tan fluido y dicharachero como el que nos tiene acostumbrados en sus apariciones televisivas. El repecho que atacaba en ese momento creemos le pasó factura.

Debidamente reagrupados es por lo que  algunos buscábamos tiempo para reconciliarnos con nuestro IMC personal, consiguiéndose a tal fin acomodo en un sotobosque cercano para hincar el diente a unos suculentos bocadillos caseros de los que ciertamente todos dimos buena cuenta mientras oíamos a José Manuel hablar de su escaso consumo de agua diaria y por contra evidenciar la alta ingesta cervecera que siempre le acompaña y de la que todos nos pareció normal y saludable semejante hábito. 

Posteriormente y de forma completamente mecánica, diría que sin presión, surgió la necesidad de café, a lo que Antonio y Conchi rehusaron por razones de tiempo, llegándose a consumar la tradición en la terraza del bar el Mirador de Churriana, pero finalmente y aprovechándonos de la ausencia del sector joven y emergente, se alcanzó cierto e inusual nivel de desenfreno, cuando a base de pacharán servido en copa de balón y algo de música cubana en vivo, circunstancia que ciertamente incomodan al verdadero espíritu Trepacuesta cerramos una nueva ruta senderista.

 Pablo Portillo.