sábado, 7 de enero de 2012

SALARES. 2 de Enero de 2012

Los Trepacuestas no se lo pensaron dos veces y el domingo 1 de enero sobre las 21,45 horas decidimos de forma improvisada inaugurar el año senderista 2012 con una inicial marcha al día siguiente. José Manuel propuso como destino la localidad de Salares, en concreto el sendero del puente romano.

Aprovechando que el lunes 2 era festivo, a las 11 horas, 11 Trepacuestas 11, con un 4-3-3 por formación nos fuimos a la montaña (4 Zumaqueros; 3 Ruices, 1 Ayala y 3 Portillos). Así pues todos quedamos citados en el lugar habitual para en dos coches desplazamos a las tierras altas de la Axarquía, no sin antes darnos un sustillo en plena autovía de Vélez por mor de un perro que despistado vagaba en mitad de la calzada. Tras reponernos del incidente canino continuamos por la serpenteante carretera de Algarrobo a Cómpeta siguiendo a una destartalada furgoneta Mercedes amarilla de unos hippies -más vieja que un núo-  y llegar sin más novedad a Salares a eso del medio día.

Un bonito día de luz casi sin nubes aguardaba al banderín Trepacuestas. Sin embargo un viento de poniente racheado hizo abrigarnos durante las paradas en este inesperado día de invierno.

Con foto oficial de salida junto a una piedra cónica de molino en el mismo pueblo sirvió para inaugurar el rally fotográfico de este año bisiesto. Luego todos posamos, cual modelos de pasarela, sobre un auténtico puente pasarela de piedra de casi 2.000 años de historia y de esta guisa Rosita, Ángel, Carmencita, Javi, Ana, Celes, Paqui, Antonio Z., Rosa Z., José Manuel y un servidor comenzamos nuestro particular curso senderista 2012.

La ruta prometía pues a lo frondoso de los árboles frutales, la cercanía del arroyo, el ruido del agua, la acequia y la umbría del lugar hizo que se dibujase en el grupo unas inusitadas ganas de andar y poco a poco dejamos atrás las casas de este hermoso pueblecito de la sierra.

En fila india discurrió esta inicial parte de la ruta hasta que ¡córcholis! nos topamos con un espléndido alcornoque cubierto de corcho y que nadie esperaba. Ni que decir tiene que para lamento de algunos durante toda la jornada la Maroma permaneció cubierta con una densa capa de nubes que impedía ver la cima. Resultaba curioso observar como con tanto viento el techo de la provincia se encontraba completamente oculto a la vista. 

Dejamos a la izquierda una alberca cuadrada vacía para a renglón seguido empezar a picar para arriba el sendero y entrar en un interesante encinar con muchas bellotas que hizo mover el carrillo a más de uno. Rumiando algunos, otros mascullando algo entre dientes, pasos después el grupo penetró en un gran pinar.

Con un lento avanzar lo niños se entretenían con cualquier cosa a su alcance, hasta que una gigantesca encina de enormes ramas sirvió para subirnos y retratarnos para la posterioridad.

Con el paso algo decidido nos topamos con un cabrero, su rebaño y sus imprescindibles perros de trabajo. Profesión varias veces milenaria todo sabemos que el ganado no entiende de fiestas y tan esclava actividad romana, mal que bien, bien que mal, sigue perpetuándose día tras día en nuestros montes cercanos. Ricardo el cabrero, como luego tuvimos oportunidad de saber, desde las atalayas de aquella sierra como centurión romano siempre estuvo “vigilando” nuestros pasos.

Pero el día nos brindó la increíble oportunidad de entablar conversación con un grupo de excursionistas holandeses que en un alto en el camino y cerca de Casa de Haro se deleitaban del paisaje. Como la ocasión era propicia este humilde cronista parlamentó con aquellos forasteros de los países bajos y en un arranque de sentimiento patrio propuso en aquel preciso momento a los “tulipanes” un partido de fútbol de desquite en tierras de Salares con indumentaria rojilla incluida. 
De esta particular forma deportiva los Trepacuestas querían “vengar” la patada voladora de Vam Bommel a Piqué en el pasado mundial de Sudáfrica. Los “naranjas” conscientes de su inferioridad y ante lo evidente de la furia española declinaron el envite y ello contribuyó a que la moral caleña quedase por encima incluso de las nubes de la Maroma. Si Vicente del Bosque leyera algún día esta crónica, lleno de orgullo exclamaría: “TREPACUESTAS a la Selección”.

Con la “victoria” en nuestra mochilas decidimos parar en la explanada de Casa de Haro y al mas puro estilo dimos cumplido provecho del menú campero Trepacuestas.

La discusión del momento vino cuando Rosa Z. comentó que caían gotas de agua. Pronto hubo quienes se alinearon con el fenómeno atmosférico y también hubo que incrédulos, dado lo despejado del día, sostenían que era imposible mojarse. La respuesta la obtuvimos una vez reanudada la marcha cuando pudimos observar la cercanía de los nubarrones del macizo de sierra Tejeda y que con la formidable ventolera existente, hacia que las gotas llegasen hasta nuestro entorno. Un arco iris muy difuso fue lo que no puso sobre la pista.

Como la ruta era circular dejamos la vereda para adentrarnos en una pista y pasar por el lado izquierdo del camino cerca de una alberca redonda llena con su helipuerto destinado, suponemos, a labores contra incendios. Llegados a una bifurcación y mirando al mar de Alborán pudimos charlar con Ricardo, nuestro anterior cabrero, que luciendo una gorrilla con publicidad de la Comunidad Valenciana junto a un cercano cortafuegos nos habló por unos minutos de carriles, veredas, cañadas reales y otras cosas de la zona que ahora no recuerdo. Ricardo junto a sus cabras y perros encarna y representa bien el prototipo de personaje que todos nos esperábamos en aquellos montes.

Andando en llano avanzamos con rapidez por el carril y a lo lejos, por levante, pudimos intuir Puerto Blanquillo y el Lucero. Algo más bajo vimos Canillas de Albaida y Cómpeta.

Ya en descenso divisamos distintos chalets en el perímetro del Parque Natural (Casa de la Sierra; Ventorrillo del Carmen; Casa Moscatel; Casa Gante, Damas de las Jaras) para nuevamente y ahora por poniente recrearnos la vista con las localidades de Sedella, Árchez y al fondo bastante lejos Comares, Cútar y Almáchar.

Tomando como referencia una gran casa de madera que anteriormente pudimos distinguir en el almuerzo junto al cortijo en ruinas de Casa de Haro, cogimos una bajada vía vereda (probablemente se tratase de la cañada real que unía Salares con Alhama de Granada y que nos comentó anteriormente Ricardo el cabrero) para en un santiamén divisar el alminar de Salares del siglo XIII y llegar de nuevo tras 6 horas de ruta al puente romano en el que volvimos a retratarnos nuevamente junto a nuestro banderín.

Ya en la localidad y a la entrada de la iglesia de Sta. Ana, por unos instantes las nubes se disiparon y la  Maroma se nos abrió ante nuestros ojos.

Para hacer bien las cosas en el bar El Theo de Salares (podemos afirmar sin equivocarnos que es el que más publicidad tiene de la localidad) fuimos acogidos lo que nos sirvió para degustar el correspondiente café y refrescos con partida de “dómino” incluida.

Tras charlar con su propietario junto a una auténtica y genuina estufa de butano marca “Superser automatic” con más años que el minarete de Salares, dimos por concluida la primera ruta senderista del año.

Crónica de Pablo Portillo