miércoles, 12 de mayo de 2010

Cerro de la Corona. Totalán. Domingo 9 de mayo de 2010.


En ocasiones la climatología desafía al senderista haciendo que las condiciones atmosféricas hagan de la ruta, por sencilla y fácil que pueda parecer a priori, un reto.

Eso fue lo que precisamente nos ocurrió en la subida al Cerro de la Corona aquella mañana de primavera.


La propuesta de salir a “hacer piernas” y conocer el monumento funerario del Cerro de la Corona en este caso fue de Salvador, cosa a la que nadie puso reparos, básicamente por lo sencillo del itinerario y lo cercano de casa. A todos nos pareció muy buena idea.


El sábado por la tarde nada predecía la posibilidad de precipitaciones para el día siguiente. Pero el domingo para sorpresa de incautos el suelo apareció mojado. Aunque con nubes algunos rayos de sol consigueron deslizarse por un cielo entonces encapotado. A pesar de todo y aunque no se crea aquello nos animó y sin necesidad de buscar actividad alternativa, salimos de La Cala y tomamos dirección Totalán por la carretera que en paralelo al arroyo le da nombre y fuimos al encuentro del cruce de Olías. En aquel momento ya había aparecido una fina lluvia ocasionando los primeros comentarios de algunos Trepacuestas.


Con algunas bajas en esta salida y tras la correspondiente foto para el blog con decisión abordamos el primer tramo de subida. Como es natural y aun sabiendo que la montaña hay que ir siempre con un mínimo de preparo, esta vez, ignorando el primero de los consejos desobedecimos el principal mandamiento del catecismo excursionista -el chubasquero-.


Salvador confundió la vereda, pero nos sirvió para apreciar unos bellos ejemplares de frutales (granados, perales, chumberas, higueras,…) además de distintas flores silvestres. Advertido el despiste regresamos sin problemas sobre nuestros pasos y enfilamos el camino. El sirimiri dejó paso a una lluvia sostenida y ello nos obligó a buscar cobijo, a falta de mejor lugar, bajo un frondoso algarrobo.

Como la lluvia no cesaba y evidenciado el error de no traer con nosotros impermeable, excepto la precavida de Paqui, fue cuando este cronista sorprendió a todos sacando de la mochila sendos paraguas.


Ciertamente la imagen de contemplar a unos senderistas guarecerse en el monte bajo sombrillas tuvo que ser lamentable, pero aquella fue nuestra única defensa ante el líquido elemento. Cuando la lluvia aflojó, la niebla se adueñó del terreno y de un tirón llegamos al monumento funerario que protegido de una tela metálica delimita el enterramiento de los depredadores “urbanitas“que aun quedan sueltos. Excavado en roca, el dolmen ha sido expoliado a lo largo de los siglos. En aquel lugar se han localizado desde restos cerámicos hasta huesos. El dolmen está datado en el III milenio a C.


Con unas fotos de rigor y ante el plan de seguir pasados por agua consideramos el regreso como la única opción sensata, pues a estas alturas nuestras botas y pantalones estaban más que mojados. La decisión fue bien recibida por el componente más joven del grupo.


El resto del día al menos nos sirvió para pasear por Totalán, degustar su conocido plato denominado “Chanfaina (patatas, con chorizo, asadura y morcilla con huevo frito) en el bar “Arroyuelo” y del que nadie dejó nada, para posteriormente regresar a La Cala, algunos andando y los más jóvenes por carretera.



De cómo se prepara la Chanfaina

Azulejo de la localidad

Crónica de Pablo Portillo