Habían pasado varios meses desde que los Trepacuestas presentaron en sociedad su bandera y parecía que estaba un poco olvidada.

A través del correo electrónico fuimos debidamente convocados por José Manuel. Pronto comprendimos que no podíamos dejar pasar más tiempo. Así que el domingo 13 de marzo, en cuaresma, fue el día para hacernos con toda solemnidad la foto oficial y de camino estrenar la nueva indumentaria que nos va a caracterizar de ahora en adelante a este grupo de caleños.
Así fue y así quiero dejar constancia de cómo sucedieron los hechos.

La idea de la salida era enseñar a Málaga el nuevo pendón que de ahora en adelante recorrerá las veredas, carriles, montes y cimas de la provincia.
Pronto se puso de relieve la necesaria foto de familia y raudo los Trepacuestas, orgullosos, posaron de rojo para el objetivo, como si de la selección nacional de fútbol se tratase.
La bahía, con el mar mediterráneo y sus cinco barcos fondeados en un azul calmo a un lado y la ciudad al otro, fue fiel notario del entrañable acto del que por ahora me corresponde dejar sincero relato sobre casi todo lo que allí aconteció aquella mañana de invierno.

Así las cosas y con Celes muy contenta por poder ver culminado su fino trabajo de diseño y costura, allí y en todo lo alto, estos entusiastas caleños pasaron el día deleitándose de la excelencia de la vista, para minutos después dar cuenta de un sólido lunch tipo Trepacuestas, del que los jóvenes del grupo hincaron el diente de forma ejemplar, todo hay que decirlo.
Con el mar de alborán a nuestros pies, bien quietecito y sin movimientos a la japonesa de carácter sospechoso, transcurrió el resto de la jornada.
Tras la reunión gastronómica hubo tiempo de saltar al otro pezón que no muy distante del que nos encontrábamos y que con 502 metros de altura[1], conforma la muy querida morfología geográfica de la zona y por la que es conocida y admirada por todos como las “Tetas de Málaga”.

Crónica de Pablo Portillo.
[1] Dato obtenido del libro “El Valle de las Viñas de Miraflores del Palo” de Joaquín Ruano y José A. Barberá.