A las 16,00 horas, tras una ruta cercana a los
Con el amargo sabor del lúpulo en nuestras gargantas los que allí descansábamos de la caminata, disfrutábamos del momento recordando lo vivido en otra espectacular jornada senderista por una de las cordilleras olvidadas que la provincia malagueña nos tenía reservado.
Medio en serio, medio en broma algunos de los que acudimos a la ruta opinábamos que lo mejor del senderismo es la cerveza final y el posterior descanso en el sofá de casa. A ello me atrevería a incluir el café con churros de primera hora.
Sobre las 7,45 horas del domingo 23 de mayo, este humilde cronista provisto de mochila, bastón, ilusión y ganas de pasármelo bien coincidí por casualidad con José María, otro fijo del senderismo local, en el bar “Rincón de María” de
Pero así son las cosas y así comenzó amigo Juan Carlos la ruta.
Con menos personal de lo habitual y con ausencias notables, ya que entre Primeras Comuniones y el aviso dado sobre el grado de dificultad medio/alto de la salida, hizo que en esta ocasión menguase la afluencia de senderistas.
Aun a pesar de todo, aquello no arrugó a los que nos concentramos a la espera del autobús, que nos recogió en la parada caleña a las 08,15. Manolo, que viene siendo otro clásico en esto de caminar, pasó lista como en él es habitual en estos casos. Tras recoger en
A la llegada a
En ese momento se unió nuestro guía Julio que a la postre se reveló como un auténtico experto en la zona. Fue todo un lujo tenerlo por cabeza de grupo. Con su animada charla y su profundo conocimiento del terreno fue relatando un sinfín de anécdotas y detalles. No se quien le catalogó como una auténtica enciclopedia andante. Básicamente lo sabía todo. Una senderista que conocía a Julio de anterior salida, llegó a decir de él, en señal de su profundo dominio de la zona, que al pasar por determinado lugar, en voz alta, Julio advirtió que determinadas piedras habían sido movidas de su primitivo lugar.
Gracias a los dos por llevarnos y traernos.
Pasando junto a la mítica fuente que da nombre a aquel lugar, pronto saltamos una alambrada. La mole de piedra que se encuentra justo a la espalda de
Con un manto verde por vereda trascurrió esta parte del recorrido hasta llegar a un bello prado salpicado de ovejas que libremente pastaban a sus anchas. Como la estampa era irrepetible aprovechamos para tener la primera parada y por tanto el primer tentempié. Entre la morcilla de Manolo Ramírez, la fruta de otros nos quedamos embobados mirando a las docenas de borregos que allí estaban sin un pastor que las cuidase, lejos del mundanal ruido. A más de uno y por un momento se le pasó por la cabeza hacerse oveja.
Atendiendo a Julio entramos en una zona de umbría para retratarnos. Un verdor y un grado de humedad desconocidos hacían a más de uno dudar de si realmente estábamos en Málaga o se trataba de otra zona propia de otras latitudes. Y es que la montaña malagueña en ocasiones nos tiene reservado estas sorpresas.
Viendo que había buen nivel, Julio propuso al grupo desviarnos para ascender al pico de las Cabras que a sus
Así pues subiendo y charlando a la cumbre creo que debimos asustar a un cuarteto de buitres que durante algún tiempo estuvieron revoloteando sobre nuestras cabezas, hasta que algún senderista observador pudo constatar sendas cabras, que haciendo honor a su nombre, recortaban su silueta sobre el pico. Finalmente y atravesando una zona de pura piedra y con algo de dificultad a las 11,25 horas hacíamos cima con un viento descomunal. El tiempo justo para unas fotos junto al vértice -en realidad es una barra de hierro- y contemplar el paisaje, para abordar pronto el descenso.
Al socaire de un acantilado el viento nos dio una tregua. Ya en bajada suave sobre las 12,35 horas divisábamos a lo lejos la ciudad de Antequera. Más tarde paramos en un pozo cubierto junto a un pilar que servía para atender al ganado. Algunos centenares de metros después pudimos detenernos ante la gruta de
Caminando con Julio, éste nos llevó a reconocer un montón de arbustos, plantas y flores. La única que recuerdo ahora es la que se denominaba “cojines de monja” que no es más que una mata de pinchos que por esta época tiene unas florecillas moradas que cubren su centro, dando un aspecto distinto al campo malagueño.
Comenzamos a descender por un cañón donde el viento hizo de las suyas. El barranco de bajada comprometió al grupo de senderista, no ya por el esfuerzo de rodillas y punteras, sino porque alguno que otro perdió la verticalidad. Pero nada importante que no pudiese ser superado por el grupo.
Cercano las 13,10 horas pasamos por el paraje conocido como “Circo de Lastonares” para minutos después y salvado el fuerte desnivel, llegar a otro lugar con un cortijo en ruina y de cuyo nombre tampoco me acuerdo.
La zona donde hicimos alto estaba junto a un helipuerto y una balsa de agua. Me temo que con calor más de uno estaría pensando en el baño. Allí y por la hora, 13,45, dimos cuenta de nuestros bocadillos y también pudimos saborear una excelente agua que manaba de otra fuente con pilares, muy parecida a la anteriormente vista. Como el campo es algo impredecible, José María como seguidor del Unicaja, siguió por radio los últimos minutos del partido de baloncesto poniéndonos al corriente del tanteo y celebrando el triunfo cajista en plena primavera antequerana.
Otros como Antonio Sánchez no perdió el tiempo y se tumbó bajo un castaño. En definitiva empezamos a asumir que la ruta estaba finalizando.
Dando por terminado el frugal almuerzo y dejando atrás chopos, encinas, morales, nogales y castaños tomamos un carril terrizo y que jalonado por miles de margaritas amarillas, blancas y rojas amapolas hizo muy agradable los últimos metros del recorrido. Un trigal a derecha e izquierda del camino hacía que la mies se balancease por las rachas de viento. Fue todo un espectáculo de color verde en acción. Con un marchar rápido atravesamos la comarcal 331 (carretera que une Villanueva de
Haciendo unos sencillos ejercicios de estiramientos el grupo daba por concluida la ruta.