La despedida de la excursión Arenas Sayalonga del pasado domingo 14 de noviembre fue de lo más inesperado cuando a bordo del autobús que nos traída de regreso y detenidos en la parada de La Cala, este humilde cronista ponía pie a tierra pudo oír de algunos senderistas un emotivo Felices Fiestas y hasta el año próximo.

Un carril terrizo de los muchos que han sustituido a los antiguos caminos de herradura fue nuestro compañero de viaje durante algo más de tres horas de marcha en una bonita mañana otoñal de luz y que la Axarquía nos tenía reservado para estos rinconeros. No se si será el destino o la casualidad pero en el momento en que me encuentro escribiendo esta crónica (domingo noche) la lluvia repiquetea suavemente sobre el patio delantero de mi casa.
Sin atisbo alguno de llovizna la jornada dominical la calificaría de media tirando a suavita y que transcurrió con normalidad ya que a excepción del primer repecho que nos cogió a más de uno en frío no hubo mayores problemas hasta la última subida que del río Competa nos llevaría a Sayalonga. Como digo todo el camino fue por carril a excepción de un pequeñísimo tramo de carretera asfaltada.
No obstante llamar la atención sobre lo que acaeció con un par de senderistas, que nos tememos no sabían bien donde se metían y como desconocedores de la zona y a una hora, más o menos, de iniciada la ruta solicitaron no continuar la marcha. Este hecho que si bien no perjudicó al grupo fue bien resuelto por las monitoras que ordenaron la evacuación con el coche de apoyo, lo que pone en evidencia la necesidad de homogeneizar al colectivo.
La solución aunque difícil de resolver, viene del necesario y esperado club senderista local que aglutine, coordine e iguale al grupo. Con todo y con esto el accidente y la lesión son factores consustanciales al senderismo y que se asume como parte del riesgo de la actividad.
Pero que cierto es que el camino une y si no que se lo digan a Paco Sinta y a su hija Rocío a la que damos la bienvenida a este blog y que por favor te rogamos nos pongas desde ahora en adelante en favoritos. A Sensi que igualmente disfrutó del recorrido. Ni que decir de los que me atrevo en llamar cariñosamente como los “jubilados” y que están que se salen. Formidable Salvador Martín, un todo terreno del monte y que su afición al senderismo podríamos calificarlo como de devoción sacramental ya que curiosamente lo compagina con la bandurria (estimado lector has leído correctamente es un gran aficionado a ese instrumento musical de cuerda que en forma aovada y provisto de un mástil corto con trastes y seis cuerdas dobles se toca con púa).
Cuando hoy leas estas líneas, cuando estés sumergido en el ajetreo de la semana, confío que esta modesta memoria te sirva a modo de válvula de escape para romper con la monotonía urbana diaria y puedas trasladarte por unos momentos al pasado domingo 14 de noviembre.

Para este dominguero aficionado a los churros el estómago le pedía sencillamente agua. Otros el líquido elemento solicitado -H2O- probablemente viniese consecuencia de los excesos de la noche anterior. Excesos o no, la parada fue de provecho pues a la inesperada venta de lotería ofrecida por una senderista, todos fuimos regalados por un sol radiante que a mitad de noviembre y pensando en los centroeuropeos que precisan calefacción, nos hacía pensar ahora en la ventaja que tenemos viviendo en la Axarquía. Algunos calificaron el momento como de lujo asiático, otros como de prolongación del verano, pero buscando el calificativo adecuado Carmen y Meli junto con algunos detonaciones de escopetas de caza en la lejanía nos despertaron del sueño ordenando la continuación de la marcha para con la ya habitual bota de vino a cuesta proseguir el camino.
Como el grupo comienza a conocerse, entre otros, notamos la ausencia de caras familiares ya que a la falta esta vez del componente extranjero, echamos de menos a nuestros queridos Manolos: Ramírez y el supervisor. De Antonio Sánchez las féminas aun recuerdan la promesa e invitación ofrecida en la anterior salida a la Camorra. Y es que las promesas están para cumplirlas y como nos consta que Sánchez es todo un caballero de la ruta y una vez recuperado de su esguince de tobillo sabemos que cumplirá con la palabra dada.
Los que ya sabemos algo de senderismo pronto empezamos a intuir que todo lo que se baja, tarde a temprano hay que subirlo y que cierto y verdad es que tras dejar atrás un hermoso río con una par de casas espectaculares y un puente de arco de medio punto donde todos paramos para fotografiar el lugar, dio comienzo una penosa y exigente subida que solo fue interrumpida cuando a la derecha del carril localizamos un trasportín por cable elevado que a modo de tirolina sirvió para unir en su momento las dos orilla del río y de la que Isis no dudó en subirse.
El repecho en continua ascensión y sin llano o descansillo para tomar aire pasó factura al grupo, máxime que cuando la imagen de llegada a Sayalonga y que teníamos clavada correspondía al cementerio que en forma redonda es una particularidad de esta localidad. Algunos jadeando, otros jurando en no se que idioma y los más lanzando al aire alguna que otra palabra en castellano áspero, finalmente paramos en la parte baja del camposanto en espera del correspondiente reagrupamiento dada la subidita de marras.
El lugar para juntarnos quizás no fue de lo más oportuno y me consta que en el impreso-cuestionario final que fue repartido por los monitores más de un senderista y en el apartado “observaciones” solicitó para futuras ocasiones y grupos nueva zona de reagrupamiento en vez de la antes mencionada. Ciertamente la quedada podía haberse efectuado en cualquier otro rincón alejado de aquella necrópolis.
Como el reloj marcaba a la entrada de la plaza de Sayalonga la hora del vermouth -12,40 horas- y como para algunos era demasiado temprano iniciarse con la cerveza, creo no equivocarme cuando digo que la sensación general fue que el recorrido se quedó corto y que una horita más de caminata hubiese servido para degustar con más intensidad la San Miguel de final de ruta.

Crónica de Pablo portillo