Preocupados por nuestro índice de
masa corporal (en adelante IMC) y admitiendo que teníamos menos fondo que una lata de anchoas,
de paso nos propusimos activar y quitar algunas telarañas del blog Trepacuestas mediante una salida
senderista y de esta manera auto justificarnos de cara a la próxima reunión gastronómica
de fin
de temporada en restaurante Reyes.
En razón de ello el sábado noche
en La Havana (bar caleño donde los
haya) el núcleo duro planificó la marcha del día después, no sin antes
constatar la desvandá del sector joven
y emergente que alegando dudosas razones de estudios, mayor régimen de independencia,
junto a otras sorprendentes y curiosas exigencias del todo inasumibles, desentenderse
por completo de lo que durante años fue su “obligatoria” ocupación de ocio dominguero
con sus progenitores.
Tras este percance, también supimos
de la ausencia de los Sánchez que al parecer directamente optaron por la
terapia dietética propuesta para diciembre próximo en Moclinejo.
Así las cosas y convenientemente
uniformados (reconozco que me costó trabajo localizar la indumentaria reglamentaria)
nos citamos como de costumbre y sin más problemas.
Junto a la foto oficial donde
aparecen los Ruiz, Nieto Rosales y Portillo con sus respectivas, a las 10,50 h atacamos
la hasta entonces desconocida ascensión a Jabalcuza.
A las primeras de cambio nos
cruzamos con distintos corredores alpinos que en bajada y con más fondo que una
subvención otorgada a una Empresa Pública, nos dieron un ejemplo de fortaleza en
rodillas y tobillos, no teniendo el grupo más remedio que reconocer que el
escalón atravesado del medio siglo es algo que nos distingue y diferencia con aquellos
maratonianos.
El camino fue una delicia visual
por cuanto que era una oportunidad para olvidarnos por un rato de
nuestro
querido y a su vez gastado Paseo Marítimo. Con más interrupciones de las
esperadas, la caminata discurrió siempre en fila india que aderezado de pinos,
arbustos y plantas de todo tipo, junto a un grupo de cabras monteses y unido también
al alto nivel de umbría y verdor del paisaje nos dejó impregnados de una
agradable sensación montañera que es lo que al fin y a la postre buscábamos en aquella
mañana.
Durante el desarrollo de la
jornada pudimos oír el lamento de Salvador que seguía sin comprender su actual IMC,
a lo que un servidor, esta vez de corto, y por comparación llegó a pensar que
dado su
importante contorno abdominal, tipo don Ramón, hubiera podido atravesar
el umbral de la obesidad mórbida.
Es de destacar que Nati estrenó
botas y Conchi no tuvo suerte con la búsqueda de espárragos. A la hora del
Ángelus, Paqui y Celes perdieron contacto momentáneo con el grupo de cabeza,
para finalmente seguir a su ritmo hasta llegar al cruce.
Una vez el grueso de los Trepacuestas se plantaron en la bifurcación
y al descubierto de vegetación giramos hacia la cima que fue por Rosales coronado
a las 12,45 h, no sin antes advertir al paso de la sima Canuto lo canutas que probablemente
debían estar pasándolo Paqui y Celes en su lento peregrinar.
Con buen tiempo, algo de brisa y
nubes a la distancia oteamos el horizonte, disfrutando de las espléndidas
vistas del lugar, canteras cercanas, valle del Guadalhorce, doble pista del
aeropuerto, bahía, montañas y como telón de fondo y para cerrar el espectáculo el
mar de Alborán.
La bajada fue un constante cruce
de senderistas en ascensión, ya fuesen nacionales e internacionales, con algún
que otro famoso local como Eduardo Bandera, que en el breve intercambio de
palabras cruzado nos dio la sensación de mantener un hablar jadeante y no tan
fluido y dicharachero como el que nos tiene acostumbrados en sus apariciones televisivas.
El repecho que atacaba en ese momento creemos le pasó factura.
Debidamente reagrupados es por lo
que algunos buscábamos tiempo para reconciliarnos
con nuestro IMC personal, consiguiéndose a tal fin acomodo en un sotobosque cercano
para hincar el diente a unos suculentos bocadillos caseros de los que ciertamente
todos dimos buena cuenta mientras oíamos a José Manuel hablar de su escaso
consumo de agua diaria y por contra evidenciar la alta ingesta cervecera que siempre
le acompaña y de la que todos nos pareció normal y saludable semejante hábito.
Posteriormente y de forma
completamente mecánica, diría que sin presión, surgió la necesidad de café, a
lo que Antonio y Conchi rehusaron por razones de tiempo, llegándose a consumar la
tradición en la terraza del bar el Mirador de Churriana, pero finalmente y
aprovechándonos de la ausencia del sector joven y emergente, se alcanzó cierto e
inusual nivel de desenfreno, cuando a base de pacharán servido en copa de balón
y algo de música cubana en vivo, circunstancia que ciertamente incomodan al verdadero
espíritu Trepacuesta cerramos una nueva
ruta senderista.
Pablo Portillo.