Se consideró que la fiesta pagana
del 6 de diciembre era el día propicio para engordar el próximo boletín
Trepacuestas y del que Nati me insiste que hay que aumentarlo como sea. La Maroma como opción se
descartó por varias razones. José Manuel se cayó del cartel consecuencia de un
fuerte resfriado y Maldonado -nuestro
hombre del tiempo- dio nubosidad abundante en la zona. La anterior subida
al Lucero, con lluvia y niebla, estaba fresca en la memoria y eso hizo
reflexionar sobre la inutilidad del esfuerzo y no poder recrearnos en el
paisaje.
Siendo víspera constitucional, sobre
las once de la noche Rafael, Paqui y un servidor acompañados de un pepito, una
baguette vegetal y unas cervezas, cerramos la salida festiva con punto de mira
en el pico Vilo en Alfarnate.
A mi compañero de ruta le pareció
bien la decisión y para seguir con las buenas costumbres le propuse romper el
ayuno al día siguiente y a temprana hora con la habitual dieta Trepacuestas en
el ya clásico Rincón de Maria.
Satisfechos por el encuentro
dietético, llegábamos sobre las 9,20 h. al colegio de Ntra. Sra. de Monsalud,
en lo que también se conoce como los Pirineos de la Axarquía. Con
rapidez este cronista y Rafael nos pusimos pies a la obra en una tranquila
mañana de otoño.
Con Rafael y su charla -sin duda es un buen conversador- junto a
su gran capacidad para saber oír, ambos y en una primera parte nos confesamos
durante todo el trayecto de subida, cambiando puntos de vistas sobre aspectos
espirituales, morales y materiales de nuestra existencia. Atrás dejamos antenas,
ovejas, el Tajo Gómer y pronto enfilamos vereda para dejar unas eras
abandonadas a nuestra izquierda y saltar un vallado y hollar con nubes el pico
Vilo.
La vista allí arriba a 1456 ms.n.m. fue
precaria. Pienso que tuvo que ser el propio San Cristóbal al que previamente nos
habíamos encomendamos en carretera el que se acordó de este par de caminantes, ya
que por unos instantes la niebla se disipó lo suficiente para darnos una idea sobre
donde nos encontrábamos.
Viniendo de un mundo eminentemente urbanita,
el hecho de romper y penetrar en la vida rural, cambiar el ritmo, simplemente meter
otra velocidad o disfrutar sencillamente de lo natural, fue suficiente recompensa
para saborear aquella mañana de reflexión.
Ya en bajada retomamos lo que
denominaré segundo tiempo de la confesión, que sirvió para dejar entre ambos un
planteamiento y visión íntima personal diferenciada de la fe y otras cuestiones.
Consecuencia de la interesante charla y sin darnos cuenta retornamos al punto
de salida sin siquiera decir santiamén.
Que Rafael es persona de recursos es
una realidad. Pronto buscó y localizó en Alfarnate a su amigo y compañero de
profesión Antonio Jesús Jiménez, persona igualmente interesante y comprometida
que nos hizo todos los honores en la parroquia de Sta. Ana.
A modo de peregrinos y escoltados
por Paquita y Amelia -dos mujeres en las
que el tiempo no pasa por ellas por la vitalidad que demuestran- nuestro
anfitrión nos enseñó templo y nacimiento.
Para terminar y ahora que caigo cuando
nos íbamos servidor primero y Rafael después pasamos por el altar, luego por la
sacristía y cuando Antonio Jesús el párroco titular nos preguntó, los dos dimos
el “si quiero” a un vino del terreno con tapa incluida en el café bar Belén del
pueblo.
Al calorcillo del alcohol y una
estufa de butano, el local cumplió nuestras expectativas ya que con fotografía
incluida del extinto CD Málaga (temporada 1983-84) y espejo con publicidad de
una destilería de Rute, los tres fuimos convidaos
a cargo de un anónimo lugareño que con altura y dirigiéndose al tabernero dijo“lo de esos hombres lo pago yo”.
Al olor de la tapa Antonio Jesús nos
habló sobre las diferencias entre “Palancos”
(Alfarnateños) y “Tejones” (Alfarnatejanos) distantes escasos 3,7 kms. También
hubo lugar para el resoli, así como por otros aspectos igualmente sorprendentes
de lo que hoy por hoy es el pueblo más alto de la provincia (886 m.s.n.m.), lo que junto a
las servidumbres que conlleva su clima y el sorprendentemente alto número de
infartos en la zona consecuencia del frío, hizo que Rafael y yo apurásemos el
catavino.
Para combatir esa extraña sensación
vivida -frío/calor- y una vez dadas las gracias por las atenciones recibidas, a
modo de peregrinación acudimos a calle ermita 13 en busca de los tradicionales roscos
carreños del lugar y de la que tan buena fama les persiguen por toda la comarca.
Esperando buen tiempo, seguimos
pensando en la próxima subida a la
Maroma.
Crónica de Pablo Portillo.
1 comentario:
Eliminada la opción de la Maroma, el pico Vilo no fue mala idea, es una ruta bonita de la que guardo buenos recuerdos. Aun queda una próxima ruta a esa cima con el resto del grupo. Enhorabuena.
Jose.
Publicar un comentario